Cherreads

Chapter 4 - Las semanas

El invierno estaba empezando a ceder. Las mañanas seguían frías, pero el sol asomaba más seguido. Los días se volvían más largos, y Álvaro y Ana caminaban con las manos unidas, como si ese simple acto pudiera aferrarlos al mundo.

Durante esa semana, decidieron hacer cosas simples.

Las pequeñas cosas que nunca habían vivido, como si pudieran condensar toda una vida en siete días.

Lunes — Desayuno con música

Ana despertó con música suave sonando desde el celular de Álvaro. Era jazz, algo que él nunca había escuchado hasta que ella se lo hizo poner para probar.

—No sé si me gusta o me hace sentir en una cafetería francesa —dijo él, bostezando.

—Es lo mismo. Las dos cosas son lindas —respondió Ana desde la cama, tapada hasta la nariz.

Álvaro cocinó huevos revueltos. No sabía hacer mucho más. Ana le armó un mate lavado. Lo tomó igual.

Comieron sentados en el suelo, apoyados contra la pared.

—¿Vos sabés lo que estás haciendo? —preguntó ella.

—¿Cocinando?

—No. Viviendo.

Álvaro pensó un segundo.

—No. Pero me gusta.

Ana sonrió.

—Entonces seguí.

---

Martes — La foto

Salieron a una plaza con una cámara descartable que Ana había comprado en una feria. No servía bien. El lente estaba rayado.

—¿Por qué querés sacarnos una foto con esto? —preguntó Álvaro.

—Porque quiero un recuerdo que no pueda borrar con un clic.

Se sentaron en un banco. Ana apoyó la cabeza en su hombro.

—Decime algo que nunca le hayas dicho a nadie —le pidió.

Él pensó. Tragó saliva.

—Una vez, en la guerra, me escondí durante horas mientras todos los demás peleaban. No por estrategia. Por miedo. Y viví. Los otros murieron. Y eso me hace sentir como un cobarde, todavía.

Ana lo abrazó sin decir nada. Después, le devolvió la pregunta.

—¿Y vos?

—Una vez le recé a Dios. No para que me salve. Para que me muera mientras dormía. Y cuando amanecí viva... lo odié.

—¿Todavía lo odiás?

—Hoy no.

—¿Por qué?

—Porque vos estás acá.

---

Miércoles — El día azul

Ana pasó toda la tarde en el baño con la puerta abierta, tiñéndose el pelo.

—¿No te cansás de ese azul? —gritó Álvaro desde la cama.

—Es mío. Me hace sentir como si pudiera controlar algo.

—¿Y si un día te lo tiño yo de sorpresa?

—Te mato dormido.

—Qué romántica.

Ella apareció con la toalla en el cuello y gotas de tinte en los dedos.

—¿Sabés qué es lo gracioso? —le dijo.

—¿Qué?

—Que todo el mundo siempre me decía que el azul era un color triste. Pero para mí... es vida.

Álvaro le tomó el rostro y la besó lento.

—Entonces gracias por teñirte de vida.

Esa noche hicieron el amor por primera vez en semanas. No fue con desesperación, sino con pausa. Con cuidado. Como si se dijeran "te entiendo" con cada caricia.

---

Jueves — Confesiones y futuro

—¿Y si esto dura? —preguntó Ana mientras caminaban por el pasillo del supermercado.

—¿El arroz o nosotros?

—Nosotros.

—¿Querés saber la verdad?

—Siempre.

—Me da miedo. Porque siento que si te amo más, va a doler más si te vas.

Ana bajó la mirada.

—No me voy a ir.

—¿Y si te pasa algo?

—¿Y si te pasa a vos?

Se quedaron quietos entre las góndolas. La gente pasaba con changuitos. Nadie los miraba. Y sin embargo, para ellos el mundo se detuvo.

—Yo quiero verte vieja —dijo Álvaro de pronto.

Ana se rio.

—¿En serio?

—Sí. Quiero verte con el pelo gris. Seguirte comprando ese café asqueroso. Pelear por la cama. Quejarme de tus canciones raras.

—Y yo quiero que aprendas a bailar.

—¿Yo? Antes me meto en otra guerra.

—Entonces te voy a obligar. Viejos y torpes. Pero juntos.

---

Viernes — Regalos y silencio

Ana le regaló una pulsera tejida.

—La hice anoche mientras dormías.

—¿Por qué?

—Porque no tengo nada caro. Ni joyas. Ni nada elegante. Pero... quería darte algo mío.

Álvaro se la puso. No se la sacó más.

—Ahora yo te debo un regalo.

—No me des nada.

—Ya tengo algo.

—¿Qué?

—Una razón para quedarme.

Esa noche no durmieron. Se quedaron despiertos hablando hasta que salió el sol. Álvaro le contó historias de la infancia. Ana le narró sus poemas rotos. Algunos sin sentido. Otros tan profundos que dolían.

Se abrazaron. Miraron por la ventana cómo amanecía sobre una ciudad que no los notaba.

---

Sábado — La cita perfecta

Planearon una salida.

Cine, comida chatarra, paseo nocturno. Ropa limpia. Ana se maquilló apenas. Álvaro se afeitó.

Rieron tanto que les dolía la panza. Sacaron fotos con el celular viejo. Bailaron en la vereda al ritmo de una música que sonaba de algún bar. Por un momento, no fueron dos personas rotas. Fueron solo eso: Ana y Álvaro. Humanos. Felices.

—¿Esto es real? —preguntó Ana, apoyando la cabeza en su pecho.

—No sé. Pero no quiero que termine.

—Entonces no lo dejemos terminar nunca.

Y esa noche, el mundo parecía prometerles que tal vez, solo tal vez, la felicidad era posible.

More Chapters