*THYRA*
Después de un rato en el sauna, finalmente me sentí más ligera, como si el peso acumulado en mi cuerpo y mente se hubiera disipado un poco con el calor y el vapor. Agradecí internamente la recomendación de Nyssa. Era cierto, ese lugar tenía una forma extraña de relajar cada músculo y apaciguar los pensamientos.
Me levanté con cuidado, notando cómo mis movimientos ya no eran tan torpes ni pesados como antes. El cansancio seguía presente, pero mucho más atenuado. Salí del sauna envuelta en un leve sudor, mi respiración calmada y mis pasos firmes. En el exterior, encontré un pequeño espacio reservado donde habían dejado mi máscara y mi ropa anterior, junto con un cambio de ropa nueva y limpia cuidadosamente doblada.
La ropa era diferente a lo que estaba acostumbrada a usar: ligera, cómoda y más práctica, como si hubieran pensado específicamente en alguien que necesitaba moverse con facilidad. No perdí tiempo en cambiarme. La sensación del tejido limpio contra mi piel era refrescante después del calor del sauna, y, aunque no era algo que elegiría por mí misma, admití que era funcional.
Tomé mi máscara, mirándola por un momento. Su diseño simple pero imponente era parte de mí, una extensión de mi identidad. Respiré hondo y me la coloqué con cuidado. Tan pronto como la máscara cubrió mi rostro, sentí un leve cosquilleo en mi cuero cabelludo, algo sutil pero inconfundible.
Caminé hacia el espejo colocado en la esquina de la habitación y me detuve en seco al verme reflejada. Mi cabello, que normalmente era oscuro como la noche, había cambiado a un castaño claro, casi dorado, brillando suavemente bajo la luz tenue. Mi rostro, oculto tras la máscara, parecía enmarcado por un aspecto completamente distinto, como si el cambio de color en mi cabello suavizara de alguna forma mi presencia. Pasé los dedos por los mechones nuevos, intentando procesar lo que veía.
"Así que era cierto…" murmuré para mí misma, recordando lo que el consejal había mencionado sobre los efectos de la máscara. No solo era un símbolo o una barrera para mi identidad, sino también una herramienta que podía moldear mi apariencia. Era extraño, como si esta nueva versión de mí fuera alguien más, pero al mismo tiempo seguía siendo yo.
Tomé aire, soltando un largo suspiro antes de apartar la vista del espejo. No tenía tiempo para preocuparme por cosas superficiales como mi aspecto, al menos no ahora. Lo importante era que me sentía más relajada, más fuerte, y podía seguir adelante con lo que fuera necesario.
Salí de la pequeña habitación con pasos decididos, dejando atrás mi ropa anterior. Mientras caminaba por los pasillos, noté que las miradas fugaces de algunos miembros de la facción parecían diferentes, aunque no podía decir exactamente por qué. ¿Era el cambio en mi cabello? ¿O simplemente estaban tratando de analizar quién era la nueva patrocinada? Fuera lo que fuera, no me detuve a averiguarlo.
El aire fresco del exterior me golpeó suavemente cuando dejé el edificio. Podía ver el movimiento en el complejo: personas entrenando, hablando en pequeños grupos, o llevando a cabo tareas diarias. Pero yo tenía un propósito claro en mente: encontrar al consejal. Necesitaba respuestas, orientación, o al menos una idea de qué pasos seguir ahora que mi cuerpo estaba en mejor estado.
El sol comenzaba a descender, pintando el cielo de tonos anaranjados y dorados, y aunque aún sentía cierta pesadez en mi cuerpo, me di cuenta de que por primera vez en mucho tiempo podía caminar sin la constante molestia del dolor. Era un progreso, pequeño pero significativo.
Mientras me dirigía al centro del complejo, el sonido de risas y conversaciones animadas llegaba a mis oídos. Al parecer, la facción no se detenía, y todos seguían con sus propias vidas, ajenos a las batallas internas que libraba en mi mente. Una parte de mí envidiaba esa normalidad, pero otra sabía que nunca me perteneció, al menos no de la forma en que ellos la disfrutaban.
Ajusté la máscara en mi rostro, sintiendo cómo se asentaba perfectamente en su lugar, y continué caminando.
Caminé con pasos firmes pero cautelosos hacia el edificio que Nyssa me había indicado. A pesar de mi aparente serenidad, no podía ignorar la ligera tensión en mis músculos. No conocía a nadie más aparte de Harak y Nyssa, y aunque no habían sido hostiles, no podía permitirme bajar la guardia.
El complejo era un laberinto de pasillos y edificios, cada uno con un propósito que desconocía. Por suerte, los miembros que encontré en el camino fueron amables, deteniéndose a darme instrucciones claras sobre dónde debía ir y qué giros tomar. Al principio, sus miradas curiosas hacia mi máscara y mi presencia me incomodaron un poco, pero al final parecían acostumbrados a la idea de mi existencia en este lugar, o quizás simplemente estaban acostumbrados a seguir las órdenes del consejal sin cuestionarlas.
Finalmente, llegué a una puerta amplia, hecha de madera oscura y decorada con grabados sencillos pero imponentes. No había duda de que este era el lugar. Me detuve frente a ella por un momento, respirando profundamente mientras organizaba mis pensamientos. Toqué con los nudillos, un sonido seco y claro resonando en el pasillo detrás de mí.
"Adelante", escuché una voz grave y tranquila desde el otro lado.
Empujé la puerta con cuidado y entré. La habitación era espaciosa pero no ostentosa. La luz cálida iluminaba las figuras en su interior. Mi mirada se posó primero en el consejal, sentado en una silla de respaldo alto. Sus ojos brillaban con calma, pero también con esa intensidad característica que parecía ver a través de las personas.
"Thyra," dijo con una ligera sonrisa, inclinándose un poco hacia adelante. "Es un alivio verte despierta. Te ves mucho mejor que la última vez que te vi."
Asentí, cerrando la puerta detrás de mí. "Gracias. Estoy en mejores condiciones gracias a Harak."
"Ah, Harak." Su mirada se desvió hacia un lado, y ahí estaba Harak, de pie junto a Nyssa. Ambos me observaban con expresiones neutrales, aunque podía sentir cierta satisfacción en los ojos de Harak, como si estuviera aliviado de que su trabajo no hubiera sido en vano. Nyssa, por su parte, me ofreció una leve sonrisa, aunque permaneció en silencio.
Sin embargo, fue la tercera persona en la habitación la que captó mi atención por completo. Estaba de pie junto al consejal, y su presencia era imposible de ignorar. Su aura era fuerte, densa, como si la misma habitación gravitara alrededor de él. Tenía una postura relajada, pero todo en su expresión y su porte transmitía autoridad. No necesitaba presentación. Era evidente que esta era la persona a la que Nyssa y Harak habían mencionado antes: el sucesor del consejal.
El hombre me observó en silencio, sus ojos analizando cada detalle de mi presencia, desde mi postura hasta la máscara en mi rostro. No parecía hostil, pero tampoco mostraba ninguna intención de suavizar su mirada. Era una evaluación, una que ya conocía demasiado bien.
"Supongo que no necesitas presentaciones, ¿verdad?" dijo el consejal, notando mi reacción. "Thyra, él es Alrek, mi sucesor. Creo que ya habrás notado su... peculiar presencia."
"Es difícil no hacerlo," respondí con calma, aunque no pude evitar que mi voz se tiñera de cautela.
Alrek inclinó ligeramente la cabeza, como si aceptara mi respuesta, pero no dijo nada. Su silencio era tan imponente como su aura.
"Bueno," continuó el consejal, "es bueno verte en pie, y mucho mejor que cuando llegaste aquí. Espero que el tiempo que pases entre nosotros te permita recuperarte por completo... y, quizás, algo más."
No pude evitar arquear una ceja ante sus palabras. "¿Algo más?"
"Todo a su debido tiempo," respondió con una sonrisa tranquila. "Por ahora, me alegra que hayas decidido unirte a nosotros aquí. Confío en que Harak y Nyssa han sido de ayuda hasta ahora."
"Lo han sido," respondí, echándoles un vistazo. Ambos asintieron ligeramente, aunque permanecieron en silencio.
El consejal se recostó en su silla, entrelazando los dedos frente a él. "Dime, ¿cómo te sientes ahora? ¿Crees que estás lista para comenzar a trabajar en estabilizar tu energía?"
Reflexioné por un momento antes de responder. "Mi cuerpo está en mejor estado, pero sé que aún no estoy al cien por ciento. Sin embargo, estoy lista para lo que sea necesario. No puedo quedarme quieta mucho tiempo."
"Buena actitud," comentó Alrek por primera vez. Su voz era profunda, con un tono firme que no dejaba lugar a dudas de su autoridad. "Pero estabilizar tu energía no será algo que puedas forzar. Es un proceso que requiere tiempo y control, y si lo apresuras, podrías terminar peor de lo que estabas."
Lo miré fijamente, procesando sus palabras. Aunque no me gustaba la idea de esperar, sabía que tenía razón. Mi energía aún era un torbellino inestable dentro de mí, y cualquier error podía ser desastroso.
"Lo entiendo," respondí con firmeza. "Haré lo que sea necesario."
El consejal sonrió, satisfecho con mi respuesta. "Esa es la actitud que necesitamos. Pero por ahora, descansa. Tu camino aquí apenas comienza, y habrá mucho trabajo por delante."
No dije nada más, solo asentí. Sentía que las cosas estaban avanzando, aunque fuera lentamente. Sabía que este lugar y estas personas no eran mi hogar, pero algo me decía que este era el lugar donde debía estar, al menos por ahora.
El consejal extendió una mano hacia uno de los cojines alineados en el suelo, invitándome a sentarme. "Por favor, acomódate, Thyra. Hay algo que necesito hablar contigo."
Asentí, avanzando hacia el cojín que me indicó. Los otros también tomaron asiento; Nyssa y Harak se colocaron detrás de mí, mientras que Alrek, con su imponente presencia, se sentó frente a mí, en el cojín central frente al consejal. La disposición era algo ceremoniosa, como si lo que estuviera a punto de decirse tuviera un peso importante.
El consejal se acomodó, manteniendo una postura relajada pero autoritaria. Respiró profundamente, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras antes de hablar.
"Antes que nada, quiero agradecerte por tu paciencia y disposición para confiar en nosotros, aunque entiendo que no ha sido fácil," comenzó, con un tono suave pero firme. "Y también quiero disculparme de antemano por lo que estoy a punto de decirte."
Mis cejas se alzaron ligeramente. No interrumpí, dejando que continuara.
"Debido a la insistencia de mis líderes," dijo, haciendo un gesto hacia Harak, Nyssa y Alrek, "me vi obligado a compartir con ellos algo más de la información que me brindaste durante nuestro viaje. No todo, por supuesto, pero sí lo básico: tu lugar de origen, tu posición en el continente vecino y, por supuesto, la razón por la que despertaste el interés de tantas personas poderosas."
Sentí un nudo formarse en mi estómago, pero mantuve mi expresión neutral. Sabía que esto era inevitable. A pesar de la discreción inicial del consejal, el peso de mi pasado y mis orígenes no podía ocultarse por mucho tiempo.
"Ellos insistieron porque, como bien sabes, no somos solo individuos aislados. Somos un sistema que depende de la confianza mutua, y para trabajar contigo, necesitaban entender mejor quién eres y lo que representas," continuó, con los ojos clavados en los míos.
Hice un ligero movimiento de cabeza. "Lo entiendo. No es algo que me sorprenda. Tarde o temprano iban a enterarse."
El consejal asintió, su rostro mostrando un alivio discreto. "Aprecio tu comprensión, Thyra. Y quiero que sepas que nuestra intención no es aprovechar esa información ni utilizarla en tu contra. Nuestro único objetivo aquí es ayudarte a recuperarte en tu totalidad. Nada más."
"Lo sé," respondí, mi voz calmada pero firme. "Y no tienen que disculparse por ello. Como dije, tarde o temprano se enterarían. Aunque, si soy honesta, esperaba que el misterio durara un poco más."
Nyssa soltó una ligera risa desde detrás de mí, rompiendo un poco la tensión en el aire. "Lo cierto es que tu misterio aún persiste, Thyra. Lo básico que sabemos de ti no es suficiente para desentrañar todo lo que eres."
"Y quizás eso sea lo mejor," añadió Harak con su voz profunda. "El misterio es una ventaja, después de todo."
Alrek, que había permanecido en silencio hasta ahora, cruzó los brazos sobre su pecho y habló con un tono medido pero autoritario. "No importa cuánta información tengamos. Lo que importa es lo que estás dispuesta a hacer aquí, ahora. Lo que hagas con tu poder y tu energía en este lugar es lo que determinará si fue correcto confiar en ti."
Sus palabras eran firmes, pero no sentí hostilidad en ellas, solo una evaluación directa. Sabía que este hombre no confiaba fácilmente, pero tampoco parecía dispuesto a obstaculizarme mientras demostrara ser digna de estar aquí.
"Eso lo entiendo perfectamente," respondí, sosteniéndole la mirada. "Y estoy aquí para hacer lo necesario, no para defraudar esa confianza."
El consejal sonrió ligeramente ante nuestra breve interacción. "Eso es todo lo que necesitamos por ahora. Tu recuperación es nuestra prioridad, pero también queremos que te sientas parte de este lugar, al menos por el tiempo que decidas permanecer aquí. Estamos a tu disposición, Thyra, no lo olvides."
Asentí una vez más, sintiendo que este encuentro era más que una simple disculpa o explicación. Era una declaración de intenciones, una especie de pacto tácito entre nosotros. Podía sentir el peso de sus miradas, cada uno evaluándome a su manera, pero también ofreciendo apoyo en su propia medida.
"Gracias," dije finalmente, mirando al consejal. "Por todo."
"No tienes que agradecernos," respondió con calma. "Pero te lo aceptaré. Ahora, ve y descansa. Todavía tienes un largo camino por recorrer."
Antes de dar mi primer paso hacia la puerta, la voz tranquila pero firme del consejal resonó detrás de mí, deteniéndome en seco.
"Ah, Thyra, antes de que te marches," dijo con una leve sonrisa, "quiero informarte de algo más. En unos días realizaremos la pequeña celebración que habíamos planeado para tu llegada. Se pospuso debido a tu estado, pero considero importante que todos, incluida tú, tengan un momento para relajarse antes de que surja cualquier imprevisto."
Me giré lentamente, sorprendida pero agradecida por la consideración. Una celebración… no era algo que hubiera esperado después de todo lo que había sucedido. Aun así, asentí con cortesía. "Entendido. Gracias por tomarse el tiempo para eso, aunque no creo merecer tanta atención."
"Te acostumbrarás," comentó Nyssa con una sonrisa traviesa desde su lugar, cruzando los brazos. "Aquí siempre hacemos algo para marcar las llegadas importantes."
El consejal continuó como si no la hubiera escuchado. "Además, como sabes, Harak se encargará de ayudarte con el control de tu energía. Es esencial que logres estabilizarla antes de cualquier otro paso."
Harak, que permanecía detrás de mí, añadió con su voz grave pero cálida: "Será un proceso difícil, pero necesario. Estoy seguro de que estarás a la altura."
"Y no estarás sola," interrumpió Nyssa con un tono algo despreocupado. "Yo también te ayudaré, aunque sea un poco, durante tus sesiones con Harak. No te preocupes, no soy tan exigente como él."
Giré la cabeza hacia ella y sonreí ligeramente bajo la máscara. Aunque su actitud parecía relajada, podía sentir que su ayuda no sería precisamente fácil de manejar.
El consejal sonrió ligeramente ante la interacción y movió una mano en un gesto de despedida. "Ahora sí, ve a descansar, Thyra. Todo lo demás se resolverá a su debido tiempo."
Hice una leve inclinación de cabeza hacia todos en la sala antes de salir finalmente.