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Chapter 78 - Fuego y filos de juventud

Mientras el crisol ardía en llamas, los combates eran más ardientes cada vez. Una docena de duelos ya se habían disputado, y Arthur, esperando su turno, observaba cada batalla con atención.

Por más que lo pensaba, cada combate habría sido de vida o muerte para él. Sin sus espadas, estaba en total desventaja. Pensar en avanzar parecía ser un sueño lejano. Aun así, el seguía de pie, firme, esperando su momento.

En ese instante de reflexión, un estruendo lo sacó de sus pensamientos. A lo lejos, un joven ensangrentado yacía inmóvil en un agujero en la pared del coliseo. Después del impacto, cayó al suelo con un ruido seco de huesos rotos.

El juez corrió de inmediato, aplicó pociones y, en segundos, una camilla entró al coliseo. Arthur alzó la vista hacia el único joven que aún permanecía en el centro de la plataforma: aquel arrogante muchacho que le erizaba la piel solo con su presencia. Sin inmutarse, bajó de la plataforma y se dirigió a una esquina, sin mirar a nadie. Caminaba como si el mundo entero le diera asco.

—¿Quién es ese joven? —susurró a alguien en la multitud.

La persona a su lado negó con la cabeza y respondió: —No sé. No he visto a ningún joven como él entre las familias más poderosas de la ciudad.

Los murmullos se extendían como una marea creciente.

En ese momento, el anunciador habló: —Número 9 y número 13, es su turno.

Arthur se estremeció. Estaba mentalmente preparado, pero su cuerpo reaccionó igual. Caminó lentamente hacia la plataforma. Después de unos pasos, estuvo frente a su rival. Era un joven de unos 18 años, con semblante académico, mirada arrogante y gesto altivo. Cargaba un grimorio en una mano y en la otra, una daga.

Antes de comenzar, el joven dijo con desdén: —No me tomaré esto muy en serio. Dudo que pases del primer movimiento.

Arthur se preparó activando sus hechizos de velocidad. La tensión estaba en su punto máximo. El público miraba con expectación. Algunos gritaban el nombre del número 9.

Parece que no soy el favorito para esta pelea..., pensó Arthur, con un toque de ironía.

La voz del juez cayó como un martillo de sentencia sonora: —¡Comiencen!

Arthur se lanzó como un guepardo a toda velocidad, se colocó al costado del joven y lanzó una patada. Como si nunca hubiera estado allí, el número 9 apareció unos pasos más atrás, esquivando el ataque con destreza.

—Serpiente de fuego —susurró el joven hechicero, con voz baja pero firme.

Una llama carmesí surgió del grimorio y se enroscó en torno a Arthur, apretándolo como una víbora hambrienta. La sensación de asfixia lo obligó a actuar rápido. Con un destello sombrío, activó Paso Sombrío y emergió tras la sombra de su oponente. Sin perder el impulso, lanzó una patada al pecho del joven, impactando de lleno.

Pero antes de que pudiera siquiera vislumbrar la victoria, otra serpiente ígnea se enroscó en su pierna. El fuego la recorrió como una lengua maldita. Un olor espeso a carne chamuscada llenó el aire, y Arthur torció el rostro por el dolor, su cuerpo temblando entre rabia y resistencia.

El número 9 salió volando, escupiendo sangre, y Arthur se arrodilló con la pierna carbonizada.

El hechicero rival se incorporó con dificultad, murmurando un conjuro que iluminó fugazmente su piel. Su cuerpo pareció recobrar fuerza al instante. Con una expresión de furia contenida, se lanzó sobre Arthur —aún arrodillado y jadeante—, empuñando su daga como un juicio final.

—¡Viento cruel! —gritó, y una línea de filo invisible cortó el aire con un zumbido agudo.

Una línea horizontal se dibujó en el aire y cayó sobre Arthur con un corte profundo en el hombro que casi le arranca el brazo. Se escabulló y jadeó de dolor. Miró al número 9, que volvió a atacar. Arthur esquivó como pudo. Ya estaba destrozado tanto por el maná como por los ataques continuos de su rival.

Debo resistir... solo un poco más, pensó entre jadeos.

En un descuido, otro ataque le abrió el pecho. No fue un corte profundo, pero la sangre goteó como un riachuelo sediento.

Está repitiendo el mismo patrón... ahora lo entiendo. Solo necesito un momento más.

El número 9 preparó su daga nuevamente y se lanzó con otro grito: —¡Viento cruel!

Pero Arthur ya había empezado a leer los movimientos. Esperó pacientemente. Cuando el impacto llegó a su cuerpo, usó Paso Sombrío y, con todo su poder, lanzó una patada al pecho de su oponente. El joven voló por los aires. Sin darle respiro, Arthur volvió a utilizar Paso Sombrío y apareció frente a él. Antes de que pudiera recomponerse, una segunda patada —más potente, más certera— lo arrojó fuera de la plataforma, directo a un charco de sangre.

El público estaba expectante. Apenas se oía la respiración. Después de un rato, el juez avanzó hacia el joven en el suelo y anunció con solemnidad: —El número 9 está inconsciente. El ganador del combate es el número 13.

Un Arthur tambaleante salió de la plataforma bajo las miradas sorprendidas de la multitud. A lo lejos, el Lich, posado en un tejado, murmuró con una sonrisa apenas perceptible: —Una jugada astuta, joven filósofo... me estás empezando a caer bien.

Arthur se alejó cojeando, con la sangre secándose en su piel y la mente ardiendo de ideas. El crisol aún no había terminado... pero su fuego ya empezaba a forjar algo más que un simple aspirante.

Fin del capítulo.

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