Cherreads

Chapter 18 - Capítulo 18: El Juego de las Expectativas

*DANIEL*

Cerré la puerta de mi habitación y apoyé la espalda contra ella, soltando un largo suspiro. Mi corazón seguía golpeando contra mi pecho, como si quisiera salirse de mi cuerpo.

"¿En qué demonios me metí…?" murmuré, pasándome una mano por el rostro.

No podía decir que no lo había visto venir. Desde hace dos semanas, cuando todo esto comenzó con esa primera noche, había intentado convencerme de que fue un error, algo producto del alcohol y el momento. Pero después de lo de anoche, sin una gota de alcohol en nuestras venas, sin excusas que nublaran la mente…

No, esto ya no era algo que pudiera ignorar.

Me enderecé y caminé hacia el armario, quitándome la camisa del trabajo en el proceso. Mientras sacaba una camiseta limpia, no podía evitar recordar la forma en que ellas me miraron cuando dije que iba a intentarlo. Una mezcla de sorpresa, alivio y algo más… como si todavía no pudieran creerlo del todo.

Apenas podía creerlo yo mismo.

Me cambié con movimientos automáticos, tratando de ordenar mis pensamientos. Sabía en lo que me estaba metiendo. Sabía que no iba a ser fácil. Sabía que el mundo no estaba diseñado para relaciones como esta, y que, por mucho que lo hubiéramos decidido entre todos, tarde o temprano enfrentaríamos problemas que ni siquiera habíamos imaginado aún.

Pero también sabía que no quería volver a enterrar lo que sentía por ellas.

Las quería. A las cuatro.

Y había pasado demasiado tiempo negándolo.

Solté un bufido, sacudiendo la cabeza mientras me miraba en el espejo. Tenía el cabello algo revuelto, y al inclinarme un poco, pude notar algunas marcas en mi cuello y pecho. Maldición. Otra vez me dejaron hecho un desastre.

"Espero que al menos no sean tan obvias…" murmuré, aunque sabía que era un deseo inútil.

Me miré una última vez en el espejo, soltando un suspiro antes de girarme y salir de la habitación. Ya no había espacio para dudas ni excusas. Había tomado una decisión, y ahora tenía que enfrentarla con la misma determinación con la que había encarado cada problema en mi vida.

Caminé hacia la sala, donde las cuatro seguían sentadas. La atmósfera era extraña, como si todavía estuvieran asimilando lo que acababa de pasar. Cuando me vieron, todas levantaron la vista al mismo tiempo.

"Así que…" dije, cruzándome de brazos mientras las miraba, "creo que ahora viene la parte difícil".

Sofía sonrió primero, con esa expresión pícara y maliciosa que siempre tenía cuando planeaba algo peligroso. Mariana suspiró, con su típica expresión analítica. Valeria se acomodó el cabello con tranquilidad, pero sus ojos reflejaban una mezcla de emoción y nerviosismo. Y Laura… Laura simplemente me miró con esa ternura que siempre me hacía bajar la guardia.

"Sí", respondió Mariana, con seriedad. "Si vamos a hacer esto, hay cosas que debemos dejar claras desde el principio".

Me acerqué al sillón y me dejé caer con un suspiro.

"Está bien. Pongamos las reglas sobre la mesa".

"Honestidad total."

"Nada de secretos, nada de esconder lo que sentimos", comenzó Valeria, mirándonos a todos. "Si alguien tiene un problema, si algo le molesta o si simplemente necesita hablar, lo dice".

"Es la única manera de que esto funcione", añadió Mariana, con los brazos cruzados. "Si empezamos a guardarnos cosas, esto se vendrá abajo más rápido de lo que empezó".

Asentí, porque tenía sentido. No podíamos permitir que los celos o los malentendidos destruyeran lo que apenas estábamos comenzando.

"Tiempo para todos."

"Vamos a ser honestas, Dani", dijo Sofía, con una sonrisa traviesa. "No podemos estar contigo las cuatro al mismo tiempo, todos los días".

"Por eso, cada una debe tener su tiempo contigo, pero sin que eso signifique que vamos a medir quién recibe más o menos atención", continuó Laura, con suavidad. "No queremos que esto se vuelva una competencia".

"Eso suena justo", dije, rascándome la nuca. "Aunque no sé cómo se supone que voy a dividirme entre ustedes".

"Ah, ya encontraremos la manera", dijo Sofía, encogiéndose de hombros. "No nos subestimes".

"Intimidad… en todas sus formas."

Aquí fue donde la conversación tomó un giro más interesante. Sofía, por supuesto, fue la primera en hablar.

"Supongo que este punto es el que más nos interesa, ¿no?", dijo, con una sonrisa que hizo que mi piel se erizara. "Porque hasta ahora… bueno, han pasado cosas. Dos veces, para ser exactos".

"Y no significa que no haya una tercera o cuarta vez", añadió Valeria, con una expresión igual de traviesa. "Incluso de forma individual".

"¿O con todas juntas?", dijo Laura, con un tono más bajo, pero con esa mirada de complicidad que me hizo tragar saliva.

Mariana se aclaró la garganta, visiblemente incómoda con el giro que estaba tomando la charla, pero no intentó detenerlo.

"Lo importante aquí es que, cuando pase… pase porque los cinco estamos de acuerdo", dijo, con firmeza. "No queremos que te sientas presionado a nada, Dani".

"Oh, por favor, como si él fuera a negarse", se burló Sofía, dándome una mirada burlona.

"No es eso", dije, con un suspiro. "Solo que… esto es nuevo. No quiero que sea algo que nos confunda más de lo que ya estamos".

"Lo sabemos", respondió Laura. "Por eso estamos hablando de esto ahora".

Las miré a cada una y me di cuenta de que, a pesar de las bromas, se lo estaban tomando en serio. Había deseo, sí, pero también un entendimiento profundo de que esto no era solo atracción física.

"Esto es nuestro."

"Va a haber gente que no lo entienda", dije, después de un momento de silencio. "Y aunque a mí me da igual lo que piensen los demás, quiero saber si ustedes están preparadas para eso".

"Ya lo hablamos antes de que llegaras", respondió Mariana. "Y sí, sabemos que esto no es algo común, pero tampoco nos importa lo que piensen los demás".

"Eres nuestro, Dani", dijo Sofía, con una sonrisa peligrosa. "Y nosotras somos tuyas. Solo tuyas".

Sentí un escalofrío recorrerme al escuchar esas palabras. No era una posesión en el sentido literal, pero sí un pacto. Algo que solo nosotros cinco entenderíamos.

Suspiré y apoyé la cabeza en el respaldo del sillón.

"Bueno… parece que esto ya está decidido".

"Oh, sí", dijo Valeria, inclinándose hacia mí. "Y créeme, Dani… esto apenas comienza".

Las miré a todas y supe que tenía razón. Estábamos cruzando una línea de la que ya no había retorno.

Pero por primera vez en mucho tiempo, no tenía miedo de seguir adelante.

Después de la charla, el aire en la habitación parecía haber cambiado. El peso de las palabras y las decisiones ya estaba sobre la mesa, y el ambiente se sentía... más ligero, aunque aún cargado con la expectativa de lo que vendría. Me dejé caer en el sillón nuevamente, mirando a mi alrededor.

Fue entonces cuando, por fin, me di cuenta del entorno. La casa estaba limpia. Todo estaba ordenado. Las sábanas ya no estaban revueltas, los papeles dispersos ya no estaban por todas partes y, lo más notable, las cuatro tenían puesta mi ropa. Noté cómo las camisas que les quedaban grandes lucían sobre sus cuerpos de una manera sorprendentemente natural, como si hubieran estado usándolas todo el tiempo. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fueron las marcas en sus cuellos: chupetones, algunas más visibles que otras. Recordé cómo había sido la noche, lo que había hecho, lo que habíamos hecho juntos.

Un poco incómodo, me quedé allí observando, aún procesando todo lo que había sucedido. Ellas parecían no molestarse por ello, como si fuera una parte más del acuerdo, como si estuvieran tan metidas en lo que habíamos acordado que las marcas no importaban.

"Bueno, ya es hora de cenar", dije, de repente, rompiendo el silencio. "¿Quieren que prepare algo de comer?"

Laura, que había estado mirando al suelo, levantó la vista y me dio una sonrisa pequeña, casi divertida.

"No hace falta", respondió, con ese tono de chef que usaba siempre. "Vi todos esos empaques de comida rápida y congelada, y no creo que sea una buena idea que cocines tú ahora".

Me reí un poco, sintiéndome algo avergonzado por su comentario, pero no lo tomé mal.

"Vaya, ¿así que me están subestimando?", dije, levantándome del sillón y yendo hacia la cocina. "¿No creen que sé cocinar? Que haya comprado comida para llevar no significa que nunca cocine en casa".

Laura arqueó una ceja, claramente divertida. "¿De verdad puedes cocinar, o eso es solo un intento de impresionar?".

"Sí, puedo", dije, abriendo el refrigerador y empezando a sacar algunos ingredientes. "Lo que pasa es que no suelo cocinar porque, ya sabes, entre el trabajo y todo lo demás, a veces es más fácil pedir comida".

Mariana se cruzó de brazos, observándome mientras me movía por la cocina. "¿Entonces qué vas a hacer? ¿Un plato gourmet? O solo algo comestible para sobrevivir a la noche."

"Lo que sea", respondí con una sonrisa confiada. "Pero esta vez no voy a dejar que sigan comiendo solo pizza y comida rápida".

Sofía se levantó del sillón, mirando la despensa como si estuviera investigando qué ingredientes podía robarme. "Esto va a ser interesante", dijo, con esa sonrisa suya que indicaba que sabía que me iba a costar sorprenderlas.

"Ah, y también", añadí mientras comenzaba a cortar algunas verduras, "si quieren, después de la cena podemos hablar más sobre las cosas que aún necesitamos aclarar, pero sin que se vuelva tan serio como lo fue antes. No quiero que la tensión nos consuma".

"Eso suena justo", dijo Valeria, sonriendo mientras observaba cómo me movía con algo de destreza en la cocina. "Nunca imaginé que Dani pudiera cocinar tan bien. Supongo que hay muchas cosas que no sabemos de ti".

Me encogí de hombros, mientras continuaba picando. "Hay mucho que no saben de mí. Pero, ya que estamos en esto, supongo que es el momento perfecto para empezar a compartir algunas de esas cosas".

Mientras me movía de un lado a otro en la cocina, concentrado en preparar la comida, el ambiente de la sala parecía ser mucho más tenso de lo que imaginaba. Las chicas seguían conversando, pero de repente, Sofía rompió el silencio con una pregunta que me tomó completamente por sorpresa.

"Oye, Dani", comenzó ella, su tono de voz contenía algo que reconocí de inmediato: celos. Celos, pero no los típicos, eran esos celos contenidos, los que trataba de disimular, pero no lograba. "Ahora que estamos en esto y ya aclaramos algunas reglas sobre la honestidad, quiero saber algo."

Las otras chicas se quedaron en silencio, y la mirada de todas se centró en mí. Yo dejé de moverme por un momento, deteniéndome en lo que estaba haciendo. Sabía que algo no estaba bien, pero no me imaginaba que Sofía fuera a sacar un tema como este.

"Después de nuestra primera noche", continuó Sofía, su tono ahora un poco más serio, "tu celular estaba en la cocina con nosotras. Y vimos que recibiste una llamada mientras te terminabas de duchar, y luego apareciste de la nada y contestaste. Así que ahí va la pregunta, Dani..."

Me quedé quieto, sabiendo que lo que iba a decir podría generar una explosión de emociones, y no me equivoqué. "En la pantalla de tu celular vimos un nombre", dijo Sofía, y vi cómo las otras tres chicas me miraban, sus ojos ahora completamente enfocados en mí, llenos de expectativas y dudas. "¿Quién es Anni? ¿Alguna novia o amiga que conociste sin que lo supiéramos?"

El aire en la sala se tensó aún más. Sin poder evitarlo, comencé a reír, aunque mi risa salió un poco más fuerte de lo que esperaba. No pude evitarlo, la situación me resultaba irónica. Había pasado dos semanas con esa pregunta rondando por sus cabezas, mientras yo intentaba encontrar la forma de manejarlo todo.

"¿Qué? ¿De verdad lo están preguntando ahora?", respondí entre risas, mirando a las chicas que, por supuesto, no parecían nada divertidas. La risa se fue apagando cuando vi sus expresiones más serias.

"No es gracioso, Dani", dijo Laura, cruzando los brazos con esa mirada decidida que solo ella podía tener. Las demás asintieron.

Miré a todas, aún sin poder contener una sonrisa, pero me di cuenta de que no podía seguir jugando con eso. "Ok, ok, está bien", dije finalmente, y suspiré. "Es un secreto... pero eventualmente lo sabrán. No se preocupen por eso ahora."

Las miradas que me dirigieron no eran nada agradables. Mariana se inclinó hacia adelante, claramente decidida a obtener una respuesta. "No es suficiente, Dani", dijo con tono firme. "¿De quién se trata? ¿No es esa 'Anni' a la que fuiste a visitar la semana pasada durante tus vacaciones? ¿Cuándo saliste de la ciudad para 'despejar' tu mente después de la primera noche con nosotras?"

La pregunta me cayó como un balde de agua fría, y por un momento, me quedé sin palabras. Mis ojos se abrieron un poco, tratando de procesar lo que acababan de decir. Sabía que eventualmente esto saldría a la luz, pero no esperaba que fuera tan pronto.

"Eso no es lo que creen", respondí, tratando de mantener la calma. No quería revelar demasiado, pero tampoco podía mentir completamente. "Sí, fui a ver a mi familia, pero no es lo que piensan."

Vi cómo sus expresiones se endurecieron, cada una estaba esperando que les diera más detalles, pero no podía decirles todo. Anni, o mejor dicho, Ana, era mi hermana mayor. No podía revelar eso, no aún.

"Lo que pasó en esa semana no tiene nada que ver con esto", añadí, tratando de desviar la atención. "Fue un tiempo para mí, para descansar, y sí, vi a mi familia. Pero no me voy a poner a contarles detalles de mi vida personal ahora, ¿está bien?"

Las chicas no se conformaron con mi respuesta, y las miradas que se lanzaron entre ellas solo confirmaban que seguirían indagando. Finalmente, Valeria rompió el silencio, dejando claro que no se iban a quedar con las dudas.

"Es que, Dani, llevamos casi siete años siendo amigos, pero llevamos menos de cinco horas actuando como si estuviéramos en una relación. Y nunca, en todo este tiempo, hemos sabido mucho sobre tu familia. Nunca los has mencionado realmente", dijo con un tono que intentaba ser paciente, pero que tenía una pizca de frustración.

Miré a todas, sintiendo que el peso de sus palabras comenzaba a calar. Era cierto que nunca había hablado mucho de mi familia, y tal vez eso había creado un vacío de información que ahora, con todo esto entre nosotros, necesitaba ser llenado.

"Es cierto", dije finalmente, apoyando las manos sobre la mesa. "Nunca les conté todo sobre mi familia, porque nunca me lo preguntaron directamente. Es fácil olvidarse de esas cosas cuando solo estamos aquí, entre nosotros, viviendo en esta burbuja." Respiré hondo, mirando a cada una de ellas. "Pero ahora que estamos en esto, podrán conocer a mi familia. No hay más secretos."

Las chicas intercambiaron miradas, y Sofía fue la primera en hablar después de un largo momento de silencio. "¿Y cómo creen que reaccionarán tus padres al vernos? Cuatro, en vez de una", preguntó, con un tono que era una mezcla de curiosidad y preocupación. Sabía que esta conversación podía desatar reacciones imprevistas.

Sonreí un poco nervioso, recordando la última vez que estuve con mis padres. "Mis padres, bueno... ya saben que algo estaba pasando. Cuando vieron los chupetones y los arañazos de esa noche, empezaron a burlarse un poco de mí. Me molestaron durante días, querían saber todo sobre la afortunada, pero supongo que debería decir, las afortunadas." Me encogí de hombros con una ligera risa nerviosa. "Ellos son... como son. Pero no les va a sorprender tanto, ya saben que siempre he sido alguien... complicado, por decirlo de alguna manera."

Las chicas se quedaron en silencio un momento, procesando mis palabras. Sofía se acercó un poco más a la mesa, una mirada curiosa en su rostro. "¿Entonces tus padres ya sospechaban que algo iba mal?" preguntó.

"No diría que algo iba mal", respondí, sintiendo cómo la conversación se ponía más personal. "Mis padres simplemente me conocen bien. Cuando vieron los chupetones y arañazos, se dieron cuenta de que había algo más de lo que solían ver. Ellos... bromeaban mucho al respecto. Ahora, supongo que les debo decir que la afortunada no es una sola, sino varias."

Las chicas se miraron, claramente pensativas, asimilando la idea. El ambiente se volvía más relajado, pero aún se sentía una tensión sutil. Finalmente, fue Mariana quien habló.

"Entonces, si vamos a conocer a tus padres, ¿Cuándo nos vas a presentar?", preguntó, con una sonrisa curiosa pero que ocultaba cierto nerviosismo.

"Eso es algo que también tenemos que discutir", respondí, haciendo una pausa. "Porque también necesito conocer a sus familias, ¿no? Ustedes me han mencionado a sus padres muchas veces, pero yo nunca los he conocido, siendo amigos todo este tiempo."

El ambiente se suavizó un poco al escucharme. La idea de que todo esto se estaba abriendo, de que cada uno de nosotros iba a involucrar a sus familias en esto, parecía hacer que la situación se volviera más complicada.

"Sí, eso sería justo", dijo Valeria, asentando con la cabeza. "Pero, como dijiste antes, nuestras familias nos conocen como amigos, no como lo que somos ahora. ¿Cómo lo vamos a manejar?"

"Lo manejaré como pueda", respondí, sintiendo una mezcla de nervios y determinación. "No sé cómo va a ser, pero tendremos que encontrar la forma. Y, al igual que ustedes me conocen, yo también tengo que conocerlas a ustedes en un nivel más profundo."

Hice una pausa y luego, con una sonrisa traviesa, añadí: "Pero no tan profundo como ya lo hemos hecho, ¿eh? Eso ya lo conozco bastante bien."

Las chicas se quedaron en silencio un segundo, y luego, en cuanto todas procesaron lo que había dicho, estallaron en risas nerviosas. La tensión que había quedado en el aire se disipó un poco, aunque la mirada de Sofía no dejaba de ser juguetona.

"¡Dani! De verdad, ¿no puedes dejar de hacer esos chistes?" dijo Sofía, moviendo la cabeza con una sonrisa.

"¿Qué? Solo estamos hablando de niveles más profundos, ¿verdad?" respondí, fingiendo inocencia, pero sin poder evitar reírme también.

Mariana se cruzó de brazos y me miró de reojo. "Sabes que eso no es lo que queríamos decir, ¿no? Pero aún así... es algo que tendremos que ver, todos nosotros."

Asentí, dándome cuenta de que, aunque las cosas se estaban relajando un poco, la situación seguía siendo seria. Sin embargo, al menos estábamos encontrando una forma de llevarla con algo de humor.

More Chapters