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Chapter 21 - Capítulo 21: Una Cena Tranquila

*DANIEL*

El día pasó volando. No sé cómo ni cuándo, pero entre compras, risas, helados y conversaciones aquí y allá, perdimos por completo la noción del tiempo. Las horas parecían deslizarse entre nosotros sin que nos diéramos cuenta. Incluso cuando regresábamos hacia casa, ya era tarde, y la ciudad había quedado envuelta en la calma nocturna. El viaje de regreso fue tranquilo, sin prisas, sin nada que nos apurara.

En el asiento trasero, Mateo ya se había quedado dormido, su pequeño cuerpo relajado y respirando tranquilamente. El día había sido largo para él, lleno de movimiento y nuevos descubrimientos. Aunque siempre parecía tener energía de sobra, este día lo agotó, y ahora descansaba en los brazos de Sofía, quien lo cargaba con suavidad, asegurándose de que estuviera cómodo.

La calma del viaje me envolvía mientras manejaba, y las chicas parecían igual de tranquilas, sin necesidad de palabras, simplemente disfrutando del silencio entre nosotras. La carretera se extendía frente a nosotros, las luces del auto iluminando brevemente las calles mientras avanzábamos.

Fue Valeria quien rompió el silencio. "No puedo evitar pensar... ¿no se parece Mateo mucho a ti, Dani?" Su voz era suave, pero curiosa, como si estuviera tratando de unir las piezas de algo que ya intuía, pero no terminaba de entender.

Miré por el retrovisor, observando a Mateo, que seguía dormido en brazos de Sofía. Me hizo sonreír, pero lo que Valeria decía tenía algo de razón. 

"Es cierto, ¿verdad?" respondí, dejando escapar una pequeña risa. "Pero en realidad, eso es algo que viene de mi hermana, Anni. Mateo se parece mucho a ella, más de lo que imaginas."

Las chicas se quedaron en silencio por un momento, procesando mis palabras.

"¿En serio?" preguntó Laura, mirándome por el espejo retrovisor. "Pero... ¿cómo es eso posible?"

"Sí," respondí, mientras me concentraba en la carretera. "Anni y yo somos muy parecidos. Aunque ella es cinco años mayor que yo, tenemos un aire muy similar, casi como si fuéramos gemelos, aunque no lo seamos. Y claro, eso también lo heredó Mateo. Tiene mucho de ella. No es raro que vean un parentesco entre él y yo, porque en realidad, todo viene de Anni."

"¡Vaya!" exclamó Mariana, algo sorprendida. "No me lo había imaginado. Pero ahora que lo dices... tiene sentido. No solo en la forma en que se ve, sino también en cómo se comporta, cómo es tan enérgico, pero al mismo tiempo tan tranquilo cuando se siente cómodo."

"Sí," confirmé con una sonrisa. "Anni siempre ha sido una persona muy parecida a mí en ciertas cosas. Nos entendemos bien, incluso cuando estamos en desacuerdo, porque nuestras personalidades tienen algo en común. Supongo que Mateo es el reflejo de eso, aunque su versión es un poco más... pequeña," añadí, mirando a Sofía, quien seguía cargando a Mateo con ternura.

"Es una locura pensar que, de alguna forma, esos rasgos familiares se van transmitiendo, ¿no?" dijo Valeria, pensativa. "Y ahora que dices eso, todo tiene más sentido. Él tiene algo de ti, de tu hermana... y tal vez de tu mamá también, por supuesto."

"Claro," respondí, asintiendo. "Es lógico. Aunque Anni y yo tenemos algunas diferencias, especialmente en la forma en que nos enfrentamos a las cosas, somos bastante similares. Y Mateo... Mateo tiene mucho de ella. Así que cuando lo ven, no es raro que noten ese parecido. Es natural."

El resto del viaje se desarrolló en un silencio cómodo, mientras nos acercábamos a casa. El sonido de los neumáticos sobre el asfalto era casi hipnótico, y el suave resplandor de las luces de la calle llenaba el auto con una calma tranquila. Mateo seguía dormido, ajeno a las conversaciones que se desarrollaban a su alrededor. La paz que transmitía, al igual que la serenidad que nos rodeaba en ese momento, hizo que me diera cuenta de lo mucho que había cambiado mi perspectiva sobre todo esto.

Finalmente llegamos a casa, y las chicas ayudaron a Sofía con Mateo, mientras yo estacionaba el auto con cuidado. No había prisas. No había tensión. Solo un pequeño momento de calma, un respiro antes de lo que vendría.

"Bueno," dije, sacando las llaves del auto, "un día largo, ¿verdad? Pero valió la pena."

Las chicas asintieron, sonrientes. "Sí, fue un buen día," dijo Laura. "Aunque... me sigue sorprendiendo lo mucho que Mateo se parece a ti."

"No es tan raro," respondí, con una sonrisa. "Es todo parte de la familia."

Al bajar del auto, entregué las llaves de la casa a Mariana, quien las tomó con una sonrisa. "Gracias," me dijo, ya anticipando lo que iba a hacer. "Voy a abrir la puerta mientras ustedes van organizando todo."

Mientras Mariana se dirigía a la puerta, yo me acerqué a Sofía, que todavía tenía a Mateo en brazos. El pequeño dormía profundamente, sus mejillas sonrosadas y su respiración suave. Pero cuando intenté tomarlo de sus brazos, Sofía hizo una pequeña mueca.

"Es más pesado de lo que parece," comentó, mientras intentaba ajustar la postura para darme mejor acceso a Mateo.

"Sí, lo sé," respondí, sonriendo mientras cuidadosamente lo tomaba en mis brazos. A pesar de su tamaño y lo que había dicho Sofía, Mateo aún se sentía como un niño liviano en mis brazos. Quizás la sorpresa estaba en lo rápido que crecía, o tal vez era su energía inagotable la que lo hacía parecer tan liviano en algunos momentos, pero ahora, al tenerlo en mis brazos, todo lo que quería era asegurarlo para que descansara.

Mientras tanto, Valeria y Laura comenzaron a sacar algunas de las bolsas de la cajuela del auto. La noche ya había caído, y el aire frío me dio un pequeño golpe cuando entré a la casa con Mateo en mis brazos, sintiendo que el calor del interior era justo lo que necesitaba después de un día tan largo.

Mariana ya había abierto la puerta, y pronto estaba dentro, ayudando a Sofía con las demás bolsas. Mientras ellas entraban al interior de la casa, yo me dirigí rápidamente al cuarto donde usualmente dormía Mateo, con la intención de acomodarlo bien para que descansara.

Al llegar a su cama, lo dejé suavemente sobre el colchón, cubriéndolo con una manta ligera. Antes de cubrirlo completamente, me agaché para quitarle sus tenis, que ya estaban un poco sucios por el día. Los dejé a un lado con cuidado, y le ajusté la almohada, asegurándome de que estuviera cómodo.

Cuando terminé, salí del cuarto y me dirigí al salón, donde las chicas estaban guardando las compras y dejando las bolsas sobre la mesa. Sofía, Valeria y Laura ya se encontraban sacando lo necesario para preparar algo rápido, mientras Mariana se había sentado en el sofá, aparentemente descansando tras el ajetreo de la tarde.

"¿Deberíamos preparar algo ligero para la cena?" preguntó Sofía mientras revisaba el contenido de una de las bolsas. "Ya es tarde, y no quiero que nadie coma algo pesado antes de dormir."

"Sí," intervino Laura, mirando el reloj. "Creo que es una buena idea. Solo algo que no nos haga sentir pesadas, especialmente después de un día como este."

Las chicas se pusieron de acuerdo rápidamente. Yo, por mi parte, me senté en una silla cercana, relajándome un poco después del ajetreo del día. Aunque la jornada había sido larga, me sentía satisfecho, contento de que todos estuviéramos juntos en ese espacio, de que las cosas, a pesar de lo caóticas que podían ser, parecían estar encontrando su lugar.

Valeria comenzó a sacar ingredientes para preparar algo rápido, mientras Sofía revisaba el refrigerador. "Creo que con unas ensaladas y algo de pasta rápida estaría bien," dijo Valeria con una sonrisa. "No necesitamos algo complicado, solo algo para cerrar el día."

"Perfecto," asentí. "Solo quiero descansar después de todo esto."

Antes de que pudiera dar un paso más hacia la cocina, las chicas me detuvieron con una sonrisa traviesa. Mariana, que estaba junto a Sofía, levantó una mano en señal de advertencia. "¡Eh, no tan rápido! Esto lo hacemos nosotras," dijo con tono juguetón, mientras me echaba una mirada pícara.

Valeria, por su parte, se apoyó en la encimera con aire cómplice. "Sí, es nuestra recompensa por habernos sacado a pasear y divertirnos todo el día. Ahora te toca relajarte," agregó mientras soltaba una risita y me lanzaba una mirada juguetona, como si insinuara que esa noche tendría sorpresas.

Sofía, con una sonrisa traviesa, agregó: "Ve y siéntate, tú no te preocupes. Hoy, por ti. Más tarde, por nosotras," y todas las chicas soltaron una pequeña risa, lo que me hizo sentir que algo estaba por pasar.

Aunque un tanto curioso por lo que eso podría significar, me dejé llevar y acepté su propuesta. "Está bien, está bien," respondí con una sonrisa resignada, sintiéndome algo cansado pero también contento por ver cómo se organizaban entre ellas.

Me dirigí al salón y me dejé caer en el sofá, encendiendo la televisión para relajarme mientras ellas se ponían a preparar la cena. Pude ver cómo trabajaban en equipo, cada una tomando su rol con rapidez y eficiencia. Entre risas y comentarios ligeros, la atmósfera en la casa se sentía cómoda, tranquila, aunque también algo cargada de una energía juguetona.

Estaba disfrutando de ese momento, cuando de repente sentí un leve movimiento a mi espalda. Antes de que pudiera reaccionar, Sofía apareció por detrás de mí, rodeando mi torso con sus brazos y apoyando su cabeza en mi hombro. La sensación de su cercanía me hizo sonreír involuntariamente, pero antes de que pudiera decir algo, comenzó a darme besos suaves en la mejilla.

"¡Aprovechada!" bromeé, sintiendo cómo sus labios rozaban mi piel de manera juguetona. "¿A qué viene esto? Las demás están ocupadas."

Ella soltó una risita, sin despegarse de mi espalda. "Sabes que en una relación como la nuestra, no puedes escapar de uno que otro beso o momento íntimo," me susurró con un tono coqueto y tranquilo, mientras me abrazaba un poco más fuerte.

Aunque sus palabras me hicieron sentir un escalofrío de anticipación, también me dieron una sensación de calidez y confianza. La forma en que se acercaba a mí con tanta naturalidad me hacía pensar en lo afortunado que era de tenerlas a todas en mi vida, de haber encontrado una forma de ser feliz entre tantas complicaciones. Y aunque mi mente jugaba con la idea de que algo más podría estar por pasar, decidí dejarme llevar por el momento.

"Bueno," respondí mientras me acomodaba mejor en el sofá y sonreía ante su insistencia. "Ya veo que no hay escapatoria."

Aún sentía el calor de su abrazo mientras las otras chicas seguían trabajando en la cocina. Podía escuchar sus risas y charlas, pero mi atención seguía atrapada por Sofía, que no dejaba de coquetear con mimos y pequeños gestos que me hacían sentir especial. En este instante, todo lo que importaba era lo que estábamos construyendo juntos, sin presiones, sin expectativas, solo disfrutando del tiempo compartido.

"Te quiero," susurró Sofía, mientras sus manos jugaban con mi camiseta, un gesto tan simple pero cargado de significado. Yo la miré de reojo, sonriendo por la sinceridad de sus palabras.

"Yo también te quiero," respondí, mirándola con un brillo en los ojos que mostraba mi aprecio por ella y por todo lo que significaba nuestra relación, aunque tan compleja y única.

Sofía no tardó en subirse sobre mí, sus labios buscando los míos con suavidad mientras me abrazaba con más fuerza. El roce de sus besos llenaba el aire de un cariño palpable, una calidez que me envolvía. No pude evitar sonreír ante su insistencia, notando cómo su cuerpo se acomodaba encima del mío con total naturalidad. Cada uno de sus gestos, cada beso, era como un recordatorio de lo mucho que significaba para mí en ese momento.

"¿Te gustaría algo más íntimo esta noche, solo nosotros dos?" susurró, su aliento cálido sobre mi oído, mientras me miraba con esa expresión traviesa pero llena de amor que siempre tenía cuando intentaba hacerme sonrojar.

Mis pensamientos se dispersaron un poco, pero la realidad me golpeó de inmediato. "No," respondí, tomando aire antes de añadir "Mateo está aquí, y no quiero que las chicas se enojen con ambos por monopolizarme sin hablarlo primero. Creo que debemos respetar eso."

Sofía no se apartó ni un centímetro. Al contrario, su expresión se suavizó, y me miró directamente a los ojos con una mezcla de comprensión y determinación. "Recuerda las cuatro reglas," dijo, con su voz calmada pero firme, como si estuviera recitando algo que ambos ya sabíamos. Se acomodó mejor sobre mí, sin perder esa mirada intensa.

"Honestidad total," comenzó, como si estuviera marcando el ritmo de una canción familiar. "Tiempo para todos. Intimidad… en todas sus formas." Hizo una pausa, su mirada fija en la mía, asegurándose de que realmente estuviera escuchando. "Y lo más importante de todo: Esto es nuestro."

Lo decía con tanta claridad que no pude evitar pensar en todo lo que habíamos construido juntos. Las reglas que nos habíamos dado, que no eran solo palabras, sino principios que nos guiaban y nos mantenían unidos, sin importar las complejidades de nuestra situación.

Pero Sofía no se detuvo ahí. Su voz se tornó aún más suave, más persuasiva. "Recuerda la tercera regla: 'Lo importante aquí es que, cuando pase… pase porque los cinco estamos de acuerdo'. Y las chicas no se molestarán por una vez que suceda, siempre y cuando todos estemos de acuerdo, como siempre lo hemos hecho."

Sus palabras quedaron flotando en el aire, como un susurro de entendimiento mutuo. Podía ver que realmente lo creía, que para ella todo esto tenía que ser algo consensuado y natural, algo que solo sucediera si todos estábamos en la misma página.

Respiré hondo, sintiéndome atrapado en la lógica de sus palabras. No era la primera vez que discutíamos las reglas, pero el hecho de que estuviera tan cerca de mí, con ese toque de ternura y cariño, me hacía sentir que, quizás, solo quizás, lo que proponía no era una mala idea. Aún así, no quería precipitarme, no quería que las demás se sintieran excluidas o incómodas.

"Lo sé," respondí con una pequeña sonrisa, buscando sus ojos. "Pero quiero que todo se haga de la manera correcta, sin que nadie se sienta desplazado. No es solo sobre lo que tú y yo queramos, sino sobre lo que todos necesitamos."

Sofía asintió, entendiendo perfectamente lo que quería decir. Se quedó unos segundos más abrazándome, con su rostro cerca del mío, disfrutando de ese momento de complicidad. "Está bien," murmuró, "pero recuerda que lo importante aquí es que, cuando pase, todos estemos listos."

Aunque su voz había perdido un poco de esa presión inicial, su mirada seguía siendo sincera y llena de amor. "No quiero que pienses que estoy presionando, Daniel. Solo… quiero compartir todo contigo, en la forma que todos acordemos."

Sonreí, tocando su rostro con suavidad. "Lo sé, Sofía. Y eso es lo que más aprecio de ti: tu paciencia y tu comprensión."

Por un momento, nos quedamos en silencio, solo sintiendo la cercanía de la otra persona. Las chicas seguían ocupadas en la cocina, y el ruido suave del ambiente contrastaba con la intensidad de nuestras palabras. Todo parecía estar en equilibrio, y por un instante, me sentí más tranquilo, más en paz.

Las reglas que habíamos establecido no eran simples. Eran nuestro ancla, nuestro recordatorio de lo que queríamos construir juntos, a pesar de las dificultades y de la incertidumbre que podía venir en el futuro. Pero, al mismo tiempo, sabía que cada uno de nosotros tenía que estar en el mismo espacio, listo para lo que viniera.

El ambiente de la casa, con las chicas en la cocina y Mateo durmiendo, se sentía lleno de una energía tranquila pero también expectante. Sabíamos que, tarde o temprano, las cosas seguirían su curso, pero por ahora, todo estaba en su lugar.

"Vamos a disfrutar del resto de la noche," dije, tomando su mano y levantándome del sofá. "No hay prisa. Mañana será otro día."

Apenas di un paso hacia la cocina cuando escuché a las chicas llamándome. Sus voces mezclaban urgencia y diversión, lo que me hizo arquear una ceja con sospecha. Antes de poder llegar hasta ellas, Sofía intentó adelantarse, moviéndose con rapidez, como si quisiera robarse mi atención antes de que las demás pudieran decir algo.

"¡Ah, no, Sofía!" exclamó Mariana, cruzándose de brazos y mirándola con falsa indignación. "No creas que no nos dimos cuenta de lo que intentaste hacer."

"¿Yo? ¿Qué hice?" preguntó Sofía con una expresión de fingida inocencia, aunque una sonrisa juguetona se dibujaba en su rostro.

Valeria le lanzó una mirada afilada mientras removía la pasta en una sartén. "Te adelantaste, quisiste acapararlo. No vamos ni dos días y ya te estás acostumbrando demasiado bien, ¿eh?"

Laura asintió, divertida. "Sí, sí. Y luego nos preguntas por qué nos tenemos que adaptar tan rápido."

Yo solo suspiré, negando con la cabeza. "No empiecen con sus dramas, apenas llevamos un día con esto."

Las cuatro se miraron y luego soltaron risas sincronizadas. Era extraño verlas así, tan naturales en su nueva dinámica, aunque todavía había rastros de esa torpeza inicial.

Después de esa breve discusión, finalmente cenamos. Nada muy elaborado, solo pasta con ensalada, pero era justo lo que necesitábamos después de un día tan largo. Entre risas y pequeñas charlas, el ambiente se sintió más relajado, menos tenso que la noche anterior. Poco a poco, parecía que estábamos encontrando una forma de coexistir sin pisarnos los espacios.

Una vez terminamos de comer, cada quien se cambió a ropa más cómoda. Me puse un pantalón de pijama y una camiseta holgada, mientras que ellas usaban shorts, camisetas largas o simplemente sudaderas que, para mi sorpresa, reconocí como algunas de mis prendas.

"¿Desde cuándo me están robando la ropa?" pregunté, frunciendo el ceño con diversión.

"Desde siempre, cuando veníamos de visita robábamos algunas prendas sin que te dieras cuenta de que existían," respondió Mariana sin ninguna vergüenza, acomodando la sudadera que, ahora que me fijaba bien, era una de mis favoritas.

"Es cierto, pero también es parte de la convivencia, Dani" añadió Valeria, encogiéndose de hombros.

"Claro, claro…" murmuré, sabiendo que no tenía escapatoria.

Nos fuimos a acostar y, aunque la noche anterior había sido un tanto incómoda para ellas, hoy Sofía parecía haberse adaptado completamente. Sin dudarlo, se acurrucó a mi lado con total naturalidad, pasando un brazo por mi cintura y apoyando su cabeza en mi pecho.

Las otras tres la miraron con expresiones mezcladas entre sorpresa y resignación.

"¡Oye, no tan rápido!" reclamó Mariana, frunciendo el ceño.

"Sí, sí, ¿desde cuándo ya tomaste tanto terreno?" agregó Laura con una pequeña risa.

Sofía levantó la cabeza y sonrió con descaro. "Desde hoy. Alguien tiene que marcar el camino."

"Pues si es así…" Valeria fue la primera en lanzarse, metiéndose en la cama y acomodándose a mi otro lado, rodeándome con un brazo.

"No pienso quedarme atrás" murmuró Mariana, siguiéndole el paso y tomando un lugar a mi costado.

Laura fue la última, pero se aseguró de deslizarse por el hueco que quedaba, abrazándome desde otro ángulo.

Quedé atrapado, rodeado por sus cuerpos cálidos y sus aromas distintos pero igualmente embriagadores. La sensación de tenerlas tan cerca era reconfortante y abrumadora al mismo tiempo.

"Chicas…" intenté decir con un suspiro, atrapado entre sus cuerpos. "Apenas llevamos un día desde que todo esto comenzó. No hay necesidad de apurarse."

Pero no me dejaron terminar.

De repente, sentí un par de labios apretándose contra los míos en un beso fuerte y decidido. Apenas tuve tiempo de reaccionar antes de que, en cuanto ese beso terminó, otro par de labios tomara su lugar, y luego otro. Uno tras otro, se turnaron para acallarme con besos, cada uno diferente, cada uno reclamando su espacio, su derecho.

Para cuando me soltaron, mi mente iba a mil por hora y mi respiración estaba algo acelerada.

"¿Qué… qué fue eso?" pregunté, intentando recuperar el aliento.

Sofía sonrió con picardía, acomodándose mejor sobre mi pecho. "Una forma de decirte que no tienes escapatoria."

"Y de recordarte que esto es parte del trato" añadió Valeria, acariciando mi brazo con suavidad.

"Al menos en esto tenemos que acostumbrarnos todos" murmuró Laura contra mi cuello, su aliento cálido erizando mi piel.

"Exacto" concluyó Mariana, soltando una pequeña risa antes de besar mi mejilla.

Yo solo suspiré, sintiéndome completamente rendido ante la situación. No había forma de discutir cuando ellas estaban tan seguras de lo que querían.

"Buenas noches, cariño" susurró Sofía, abrazándome con fuerza.

"Descansa bien" dijo Valeria, acomodándose mejor a mi lado.

"Dulces sueños, Dani" añadió Laura, su voz apenas un murmullo contra mi piel.

"Mañana será otro día" finalizó Mariana, dejando un último beso en mi hombro.

Y así, envuelto en el calor de sus cuerpos, atrapado entre su cariño y sus besos, me dejé llevar por la sensación de su compañía.

Definitivamente, adaptarme a esto no iba a ser fácil… pero tampoco sonaba tan mal.

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