*SOFIA*
Mientras nos arreglábamos en la habitación, el aire estaba lleno de risas nerviosas. A pesar de que el día había comenzado con una pequeña tormenta de confusión, ahora todas intentábamos calmarnos y dar un paso atrás para ver las cosas con algo más de claridad.
Cada una se peinaba con cuidado, no solo para verse mejor, sino también porque sabíamos que ahora estábamos en un territorio nuevo y desconocido. El niño que pensábamos que era un extraño había resultado ser alguien cercano, mucho más cercano de lo que imaginábamos. Y aunque las cosas estaban un poco revueltas, lo cierto era que no podíamos ignorar el hecho de que Mateo, ese niño travieso, ahora era parte de nuestra nueva realidad, aunque aún no sabíamos cómo iba a encajar todo en el futuro.
Mariana fue la primera en romper el silencio, con su risa sonora, que resonó en la habitación y nos hizo a todas voltear hacia ella. "¡Dios! Escuchar a Mateo llamar 'papá' a Daniel casi me da un infarto, pensé que en serio era su hijo y que jamás nos lo había dicho. Y ahora, con todo esto, como si todo fuera normal... ¡Es como un mal chiste!", dijo entre risas, pero con una mezcla de incredulidad.
Laura también se rió, asintiendo con la cabeza. "¡Sí! No me lo esperaba para nada. Pensé que Daniel nos había ocultado una gran verdad. ¡Imaginen cómo me sentiría si de verdad fuera su hijo y nunca nos lo hubiera contado!", exclamó mientras se arreglaba el cabello, tratando de calmar su risa nerviosa.
Yo también solté una risita, aunque mi mente seguía procesando todo lo que había sucedido. "Es cierto, parece que estamos en medio de una película de suspenso, solo que ahora tenemos que compartir el mismo espacio con ese pequeño terremoto. ¿Cómo lo vamos a manejar?", dije mientras terminaba de ponerme un poco de maquillaje. Trataba de no pensar demasiado en todo lo que había ocurrido, pero había algo en mi interior que no podía evitar preguntarme cómo iba a cambiar nuestra relación con Daniel ahora que sabíamos que este niño, aunque no su hijo biológico, era alguien importante para él.
Mariana, como siempre, no pudo evitar hacer un comentario sarcástico: "Ya lo verán, más tarde será el niño quien nos dé la lección de vida. Ya se está ganando nuestro corazón, con lo fácil que es. ¡Quién diría que el pequeño Mateo sería el que nos tendría a todas tan... al borde de un ataque de nervios!"
Yo suspiré, mirando mi reflejo en el espejo mientras terminaba de maquillarme. "Sí, estoy completamente de acuerdo. Pero lo que más me intriga es cómo Daniel maneja todo esto. ¿Cómo se va a manejar esto ahora? No me imagino que quiera a todas nosotras, y de repente... ahora Mateo. ¿Cómo encajamos todos en la vida de él sin que nadie se sienta desplazado o confundido?"
Laura dejó de peinarse por un segundo, mirando con seriedad hacia el espejo. "Es una buena pregunta. Pero creo que eso lo sabremos con el tiempo. Aún no hemos hablado de muchas cosas. Y lo que está claro es que cada uno tiene que aprender a lidiar con la situación a su propio ritmo. A veces, las cosas se complican, pero con algo de paciencia, tal vez podamos hacerlo funcionar."
Con un suspiro, decidí poner a un lado mis propios pensamientos y prepararme para enfrentar el día. "Bueno, chicas, ¿listas para conocer a nuestro nuevo... miembro de la familia?"
Todas se miraron entre sí y, en un acto espontáneo, todas asentimos al mismo tiempo, sintiendo que no teníamos otra opción que aceptarlo y seguir adelante.
Nos habíamos reunido en la mesa para desayunar, y aunque el aire seguía cargado de preguntas no resueltas, había algo en la atmósfera que invitaba a relajarse. Tal vez era la presencia de Mateo, el pequeño que, a pesar de haber aparecido de la nada, ya parecía formar parte de nuestro día a día, como si siempre hubiera estado ahí.
El niño no paraba de moverse, saltando de un lado a otro de la sala como si tuviera un suministro interminable de energía. De vez en cuando, se detenía para mirarnos con esos ojitos brillantes y traviesos, y luego volvía a correr, riendo mientras nos hacía correr detrás de él. Era como un torbellino de risas y caos, pero era imposible no sonreír al verlo tan feliz y lleno de vida.
Mariana, con su risa contagiante, fue la primera en intentar alcanzarlo. "¡Mateo, ven acá, no me vas a ganar en esta carrera!" gritó mientras lo perseguía por la sala.
"¡No me atraparán!" respondió él, mientras saltaba a un lado y luego corría por el pasillo, obligando a todas a perseguirlo.
"Es un pequeño terremoto," observó Laura, mientras se reía y trataba de no tropezar con los muebles al seguirlo.
Yo no podía dejar de reír al ver cómo nos envolvía en su juego. Aunque el caos se sentía un poco abrumador, también había algo mágico en la forma en que Mateo había logrado transformar un simple desayuno en una fiesta llena de risas.
Después de un rato de perseguirlo, el pequeño se detuvo, se sentó en el sofá, y con la respiración agitada, miró a Daniel que estaba sentado en una silla cerca. "Papá Dani," dijo con su voz suave pero decidida. "¿Me ayudas con mi tarea de sumas y restas?"
Daniel lo miró, se rió suavemente y le pasó una mano por el cabello. "Mateo, ya te he explicado cómo hacerlo, ¿no? ¿Recuerdas cómo sumamos ayer?"
El niño frunció el ceño, su carita reflejando una mezcla de concentración y frustración. "No me acuerdo," dijo en tono suplicante, mientras subía a las piernas de Daniel y se acomodaba en su regazo.
Daniel suspiró, una pequeña sonrisa en los labios, como si se estuviera conteniendo para no ceder a la petición. "Te lo he explicado muchas veces, Mateo. ¿Qué tal si lo intentas tú solo primero y luego me dices si necesitas ayuda?"
Mateo asintió con su carita de niño serio, pero en sus ojos había una chispa de travesura. "Está bien," dijo, como si aceptara el desafío, pero no sin antes buscar a Daniel con la mirada para asegurarse de que su ayuda seguía disponible.
Desde el otro lado de la habitación, yo observaba a Dani y a Mateo juntos. Me sorprendió ver cómo el niño se acomodaba tan naturalmente sobre sus piernas, buscando su atención y apoyo. La forma en que Dani lo miraba, con tanta paciencia, y cómo Mateo se aferraba a él como si fuera su roca, me hizo pensar en lo que significaba ser padre.
Observando esa escena tranquila, me pregunté cómo sería para Daniel tener un hijo propio. Ya sé que Mateo no era su hijo biológico, pero la conexión entre ellos era innegable. El pequeño ya parecía verlo como una figura paterna.
No pude evitar decirlo en voz alta, sin pensarlo mucho: "¿Te imaginas cómo sería si Dani tuviera un hijo de verdad?"
La pregunta flotó en el aire, y al instante, todas se quedaron en silencio. Mariana levantó una ceja, Valeria soltó una risa nerviosa y Laura se sonrojó, claramente avergonzada por el comentario. Yo también me sentí algo incómoda, pero no podía dejar de pensar en lo que había dicho.
Mariana, como siempre, no pudo evitar soltar su comentario sarcástico "¿En serio, Sofía? Apenas hemos empezado a hablar de nuestra situación... ¡y ya estás pensando en hijos! ¿No será un poco pronto para eso?"
Valeria, con una sonrisa nerviosa, añadió: "Sí, eso suena a algo que podría esperar unos meses... o más. Todavía estamos intentando entender cómo encajamos todos en esto."
Laura se tocó la nuca, mirando a Dani y Mateo, y luego a las otras chicas. "Es que... a veces, ver a Dani con Mateo, tan natural, tan... padre... me hace pensar que tal vez todo esto podría funcionar, pero no sé. Es un tema grande."
Yo me quedé en silencio, sintiendo que mis pensamientos habían dejado escapar algo que quizás no debía decir aún. Pero, a medida que miraba a Dani interactuar con Mateo, con tanta calidez y paciencia, me era imposible no imaginar cómo sería si él fuera padre. No solo con Mateo, sino con un hijo propio.
Mariana se recostó en el sillón y resopló, como si el aire se hubiera vuelto más denso con la conversación. "Es una locura. Apenas empezamos con esto de la relación... y ya estamos hablando de hijos. ¿Qué sigue? ¿Deberíamos hablar de la boda también?"
Valeria soltó una risa nerviosa, mirando de reojo a Dani y Mateo. "Sí, tal vez no es mala idea, pero deberíamos centrarnos en cómo manejamos esto primero... y luego pensar en el futuro."
Yo asentí, pero una parte de mí seguía pensando en la facilidad con la que Dani parecía ser padre para Mateo. Me sentía nerviosa, pero también curiosa sobre lo que podría venir después. Porque tal vez, solo tal vez, todo esto podía ser más natural de lo que pensábamos.
Al final, nos sentamos a terminar el desayuno, con el sonido de las risas de Mateo resonando en el fondo. Pero mis pensamientos seguían dando vueltas, preguntándome si alguna vez volveríamos a tener conversaciones más profundas sobre lo que realmente significaba ser familia en este nuevo contexto.
***
*DANIEL*
Este fin de semana fue diferente. No tenía trabajo, y las chicas tampoco. Después de esos días tan intensos, entre juegos, conversaciones y ese caos que Mateo trajo consigo, decidí que sería un buen momento para salir de casa y hacer algo diferente. Por suerte, era un día tranquilo, sin muchas preocupaciones, y sentí que podríamos aprovecharlo.
"¿Qué les parece si vamos a dar un paseo y hacemos un par de compras? Hay que comprar despensa, y, bueno, así todos podemos despejarnos un poco," propuse, mirando a las chicas.
Ellas se miraron entre sí, y después de un par de segundos, aceptaron. Había algo relajante en la idea de no hacer nada de trabajo por un rato, solo salir y disfrutar del día.
"Suena bien, pero antes de ir al centro comercial, ¿podemos pasar por nuestras casas para cambiarnos? Ya sabes, nos han estado prestando ropa estos días y... bueno, no es que nos moleste, pero sería bueno ponernos algo más cómodo para el día," dijo Mariana con una sonrisa, pero había algo travieso en su tono.
Valeria también asintió. "¡Y así podemos robar algo de tu ropa poco a poco!" agregó con una risa juguetona.
No pude evitar sonreír ante la idea. Si bien no me molestaba en lo más mínimo que tomaran mi ropa, me hacía gracia que lo dijeran tan abiertamente. En el fondo, no me importaba compartir, sobre todo si eso significaba que estábamos cómodos juntos.
"Está bien, vamos. Pero no se pasen con lo de robarme la ropa, ¿eh?" bromeé.
Nos subimos al carro, y Mateo, como siempre, se metió rápidamente en la parte de atrás con las chicas. Yo tomé el volante, y Valeria se sentó en el copiloto, a su lado, mientras las otras tres se acomodaban en el asiento trasero, con Mateo en medio de ellas, saltando y hablando de cualquier cosa que se le ocurriera.
Primero pasamos por la casa de Laura, donde dejó algunos cambios de ropa para el día y para mañana. Luego, fuimos a la casa de Mariana, y después a la de Valeria. Cada vez que salíamos de una casa, las chicas se metían de nuevo en el carro con una sonrisa en el rostro, sintiendo que ahora sí tenían un poco más de su propio estilo para el día. Pero también se notaba que algo más estaba pasando: se sentían más relajadas, como si fuera un buen momento para disfrutar de las pequeñas cosas.
Entre tantos viajes, aún me resultaba raro tener a tantas chicas metiéndose en mi espacio personal. Aunque las conocía, y nuestra relación era algo... nuevo, el hecho de que fuéramos una especie de... ¿familia ampliada? Me hacía pensar en lo que venía.
Finalmente, con todos los cambios de ropa ya acomodados, nos dirigimos al centro comercial para hacer las compras de despensa. Fue un paseo agradable, sin prisas, solo disfrutando el momento. Mientras caminábamos por los pasillos, Mateo no dejó de tomarme de la mano, corriendo entre las chicas y mirando todo lo que encontraba. Me hacía sonreír ver cómo era tan cariñoso conmigo, aunque al principio había sido un poco reticente.
"¿Papá, ¿qué vamos a comprar?" me preguntó, con esa mirada llena de curiosidad que solo los niños tienen.
"Vamos a comprar lo que necesitamos para la casa. Cosas de comer, artículos de limpieza, un par de cosas más. Tú puedes escoger algo también, si quieres," respondí, aún sorprendido de lo rápido que se había encariñado conmigo.
Mientras las chicas se dispersaban por las tiendas, buscando ropa y cosas para ellas, Mateo seguía pegado a mí, corriendo de un lado a otro, pero siempre regresando a mi lado, asegurándose de que no lo dejara atrás. A veces me detenía a mirarlo, viendo cómo su energía no parecía tener fin. Era como un reflejo de lo que había sido mi vida en otro momento, antes de que las cosas se complicaran, antes de que todo fuera tan... intenso.
En una de las tiendas de ropa, Mateo me jaló de la mano y me mostró un par de helados que estaban en un carrito cercano. "¡Mira, Papá! Quiero un helado. ¿Me compras uno?"
Reí y asentí, dejándome llevar por la espontaneidad del momento. "Está bien, Mateo. Tú decides qué sabor."
Mientras él se decidía por uno de fresa, las chicas seguían su recorrido por las tiendas, buscando ropa, zapatos y todo lo que las hacía sentir bien. Estaba claro que, aunque el día parecía sencillo, había algo en la forma en que todos estábamos encajando poco a poco, compartiendo momentos juntos, que me hacía pensar en lo afortunado que era por estar rodeado de todas ellas.
Mientras estábamos allí, rodeados de tiendas y ruido, un pequeño momento de calma se apoderó de mí. Había algo en la simplicidad del día que me hacía pensar que tal vez, solo tal vez, las cosas podían ser un poco más fáciles de lo que había imaginado. Mateo seguía feliz, disfrutando de su helado y corriendo de un lado a otro, mientras las chicas seguían en su propio mundo, entre risas y charlas.
De repente, el sonido de mi celular sobre la mesa me sacó de mis pensamientos. Miré hacia la pantalla y vi el nombre que apareció: Anni. Siempre era un alivio recibir sus llamadas, algo reconfortante en medio de todo el caos que había estado ocurriendo últimamente.
El sonido de su llamada no pasó desapercibido para las chicas. Voltearon rápidamente a mirarme, alertas, curiosas por saber quién estaba llamando. No estaba seguro de por qué, pero a veces la gente se siente intrigada por las llamadas familiares, como si las respuestas pudieran revelar algo de la situación. Las vi de reojo, pero no dije nada, solo respondí a la llamada.
"Hola, Anni," dije mientras me ponía el teléfono en el oído. El sonido familiar de su voz me calmó al instante.
"¡Hola, Dani! ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo? ¿Y Mateo? ¿Se está portando bien?" me preguntó, con ese tono cariñoso y protector que siempre tenía cuando hablábamos de su hijo.
"Todo bien. Aquí andamos, haciendo algunas compras y comiendo helado. Mateo se está portando como un ángel, aunque no para de moverse de un lado a otro," respondí, sonriendo mientras miraba a Mateo, que ya estaba corriendo nuevamente entre las chicas.
Anni rió suavemente al otro lado de la línea. "¡Ay, ¡qué bueno! Me alegra que esté bien. Siempre me da un poco de nervios cuando lo dejo contigo, pero sé que lo cuidarás como siempre. Ya sabes que me encantaría estar allí para verlo... pero bueno, ya sabes cómo están las cosas por aquí."
Asentí, aunque no podía ver su rostro, sabía que estaba hablando con la misma mezcla de cariño y preocupación que me caracterizaba. Ella siempre había sido protectora, y aunque a veces parecía más relajada, nunca dejaba de preocuparse por su hijo.
"Lo estoy cuidando bien, lo prometo. Y gracias por confiarme este tiempo con él. A veces me sorprendo de lo fácil que es llevarme bien con Mateo. Es un buen niño, muy curioso," respondí, mientras veía a Mateo ahora sentado junto a las chicas, disfrutando su helado con una expresión de felicidad.
"Me alegra mucho escuchar eso, Dani. Pero bueno, ya sabes que me encantaría hablar más contigo, pero... es que tengo un montón de cosas que hacer aquí. ¿Podrías pasarle el teléfono a Mateo? A ver si quiere hablar conmigo," dijo Anni, con una voz suave, como si ya estuviera imaginando cómo sería esa pequeña conversación.
Sonreí, sabiendo que Anni siempre se preocupaba por su hijo. "Claro, te lo paso. Espera un segundo."
Llamé a Mateo, que ya estaba corriendo hacia mí, y le dije: "Mateo, ¿quieres hablar con tu mamá?"
Sus ojos se iluminaron al instante, y sin pensarlo dos veces, extendió las manos hacia mí, agarrando el celular con una sonrisa de oreja a oreja. "¡Sí! ¡Mamá! ¡Mamá!" gritó, mientras se acomodaba en un pequeño rincón del lugar, buscando un lugar tranquilo para hablar.
Me eché hacia atrás en la silla y observé cómo Mateo se acomodaba, poniéndose cómodo con el teléfono en las manos, esperando con ansias la conversación. Me sentí bien al verlo tan contento, como si todo estuviera en su lugar, al menos por ahora.
"Hola, mamá, ¡estoy comiendo helado! ¡Y estoy con Dani! ¿Cuándo vas a venir a verme?" preguntó Mateo, con su voz alta y clara, casi con una emoción contagiante.
Desde el otro lado de la línea, escuché a Anni reír con ternura. "¡Ay, Mateo! Me alegra escucharte. Estoy muy ocupada por aquí, pero pronto te veré, ya lo sabes. Cuídate mucho, ¿vale?"
"¡Sí! ¡Te quiero mucho, mamá!" dijo Mateo antes de colgar el teléfono. Se veía feliz, sonriendo, como si ese breve momento de conexión con su mamá fuera todo lo que necesitaba para sentirse completo.
Cuando Mateo terminó la llamada y me devolvió el celular, me miró con una gran sonrisa. "¡Ya hablé con mamá, Papá! Me dijo que pronto me va a ver. ¿Me compras más helado?"
Reí y le revolví el cabello. "Te compro más helado si seguimos con nuestras compras. Vamos a ver qué más necesitamos para la casa, ¿te parece?"
"¡Sí!" gritó, levantándose rápidamente, tan lleno de energía como siempre. Mientras las chicas se reían de la escena, nos dirigimos de nuevo hacia las tiendas, con la sensación de que, por un momento, todo estaba bien. Al menos por ahora, todo era lo que necesitábamos que fuera.
El día continuó con su ritmo tranquilo.